jueves, 26 de abril de 2018

Diez propuestas anticorrupción abiertas de cara a las Elecciones 2018 en México


Diez propuestas concretas Anticorrupción

De cara a las #Elecciones2018 en México.

Por Jerónimo Salinas

 

  • Constituir que la realización de concursos públicos abiertos para todos los procesos de designación de los titulares de las instituciones de procuración e impartición de justicia, y de organismos autónomos de regulación, fiscalización y control gubernamental, esté a cargo de consejos técnicos de selección, deliberativos e independientes, evitando, o condicionando, la intervención de los poderes Ejecutivo y Legislativo en esos procesos;
     
  • Realizar una profunda evaluación/optimización del desempeño del gobierno en todo su conjunto (sobre la gestión, organización, infraestructura, personal, tecnologías, volúmenes de trabajo y procedimientos de operación), comenzando por las instituciones que integran el Sistema Nacional Anticorrupción, especialmente las estructuras y métodos de operación en materia de transparencia, fiscalización procuración e impartición de justicia;
     
  • Integrar en un solo “Sistema Nacional de Responsabilización Pública” (o de Rendición de Cuentas) los sistemas nacionales anticorrupción, de transparencia y de fiscalización, así como el Consejo Nacional para la Armonización Contable, previendo que la dirección de las instancias que lo integren sea consultiva, deliberativa e independiente y que las acciones y recomendaciones derivadas de su gestión sean generales y vinculatorias para toda la República;
  •  
  • Establecer una “Ley Federal de Contrataciones Públicas” (adquisiciones y obras), previendo reformar los artículos 1º de sendas leyes actuales, a fin de eliminar toda discrecionalidad hermenéutica o convencional entre gobiernos, dependencias, entidades y particulares;  
  • Establecer una nueva “Ley Federal del Servicio Público Profesional de Carrera”, previendo mecanismos de decisión consultivos y de control interno independientes, para garantizar el mérito y la objetividad en los concursos públicos y en las designaciones;
     
  • Garantizar el registro y aplicación de “estudios socioeconómicos objetivos e independientes” en los procesos de reclutamiento, selección y contratación de todos los servidores públicos, privilegiándolos sobre los de “control de confianza” que se realizan en algunas instituciones, a fin de identificar, dimensionar y constatar plena, digital y prácticamente a quienes se comprometen a servir al pueblo;
     
  • Establecer una Ley General de Presupuesto, Responsabilidad Hacendaria y Contabilidad Gubernamental única para toda la República, previendo límites racionales de programación, registro, ejercicio y control del gasto de operación e inversión pública;
     
  • Fortalecer los mecanismos de control legislativo sobre el manejo hacendario del presupuesto, previendo acotar la abierta discrecionalidad y opacidad del Ejecutivo sobre transferencias, subejercicios y reasignaciones, así como sobre los ramos generales (23 y 25 del PEF);
     
  • implementar de inmediato” el “Sistema de Contabilidad Gubernamental” en toda la República, aprovechando las facultades y la cobertura única en la estructura pública nacional de las entidades de fiscalización y de los órganos internos de control, con el apoyo de los órganos garantes en materia de transparencia; y
     
  • Reformar la “Ley de Coordinación Fiscal”, absorbiendo en ésta lo correspondiente a la “Ley para la Coordinación de la Educación Superior”, previendo mecanismos de control de la discrecionalidad en el ejercicio de los recursos públicos federales, a través de las Reglas de Operación y de Formulas de Distribución de Recursos más racionales.

martes, 24 de abril de 2018

Consideraciones "En torno al proceso de designación del titular de la Auditoría Superior de la Federación"


En torno al proceso de designación del titular de la Auditoría Superior de la Federación.

Por Jerónimo Salinas[1]

A pesar de que algunos diputados declararon que en el “Proceso para la designación del titular de la Auditoria Superior de la Federación 2018-2025” la Comisión de Vigilancia (CVASF) “hizo un trabajo pulcro[2], las Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC) participantes acusaron que la decisión de la terna evidenció más “un acuerdo entre partidos que una evaluación basada en criterios objetivos y claros[3].

Asumiendo que atendían los reclamos de las OSC, los dirigentes del Partido Acción Nacional (PAN) detuvieron el proceso desde el 12 de diciembre de 2017, bajo el argumento de que “ese nombramiento debe ser hecho con la máxima valoración y buscar al mejor perfil”. Más recientemente, su Coordinador y presidente de la Junta de Coordinación Política en la Cámara de Diputados aceptó llevar la terna a votación del Pleno el 15 de marzo de 2018, no obstante, su protesta contra cierta alianza entre el PRI y MORENA, que él llamó “el primor”, para nombrar a un “auditor carnal [4].

Sin prejuicio alguno de que cualquiera de los 41 aspirantes resulte favorecido con el voto de las “dos terceras partes de los diputados presentes” (CPEUM: 79), el hecho es que el proceso de designación del titular de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) muestra el mismo impasse que la Fiscalía Especializada de Combate a la Corrupción, los magistrados en la materia del Tribunal Federal de Justicia Administrativa y los titulares de los Órganos Internos de Control de algunos organismos autónomos, todos ellos, puestos clave de un Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) que no termina de consolidarse.

Cabe destacar, primero, la supuesta “unanimidad” que algunos pregonan cuando es evidente la falta de consenso, no solo en el Pleno de la Cámara de Diputados, sino al interior de la propia CVASF responsable del proceso, en cuyas actas (http://www.diputados.gob.mx/auditor/inicio.htm) es posible constatar la marcada fragmentación y abstención que existe, ya sea por desinterés o desacuerdo, de casi el 40% de sus 29 integrantes. Este solo hecho demuestra una alta probabilidad de que la designación de una de las más importantes figuras de nuestra sociedad Estado en México esté capturada y sometida al acuerdo y decisión de una minoría que, sin embargo, basta no solo para “mayoritear”, sino para transparentar y legitimar un proceso cuestionable.

Segundo, pese a que se abrió la participación en el proceso a ciertas OSC, lo cierto es que al haber asistido como “observadores”, dicha participación pudo generar un efecto adverso al confundirse como el aval del proceso o un posible conflicto de interés. Y tercero, la percepción no solo de algunos aspirantes, sino de quienes atestiguaron las entrevistas, en cuyos videos es posible constatar no solo cierta celeridad y desinterés en el proceso, sino la actitud, quizás displicente o inadvertida, que es común cuando se sabe quién va a ganar, más allá de valores, capacidades y cualidades personales y profesionales.

No es casual que esas importantes designaciones permanezcan capturadas cuando están en juego 18,311 cargos ejecutivos y legislativos en todo el territorio nacional (www.ine.mx), destacando la presidencia de la República, las 500 diputaciones y 128 senadurías federales, 8 gubernaturas y la jefatura del gobierno de la Ciudad de México. Ni debemos limitarnos a “postergar los nombramientos de los fiscales General y Anticorrupción hasta después de la elección presidencial del 1 julio”, pues ello no garantiza que se elimine el "albazo legislativo", siempre latente, cuando se pacte cierta mayoría[5].

Se trata de un problema estructural que radica en nuestro régimen político, pues invariablemente sucede en los procesos de selección de las autoridades de procuración e impartición de justicia, de los órganos reguladores y de control gubernamental en México. Precisamente, porque implica el control del poder por medio de instituciones que, si bien cuentan con cierta autonomía, no serán independientes mientras continúen sujetas al paradigma de un supuesto equilibrio o contrapeso del poder que se desprende de un Ejecutivo cuasi omnipotente y que se confirma por un Legislativo complaciente, o viceversa. Es decir, un régimen constitucional que somete la regulación y el control de la administración pública a una abierta discrecionalidad política entre ese binomio del poder.

Eso no se justifica ni debe continuar pasando desapercibido en México, pues la acción conjunta de todas esas instituciones públicas es fundamental no solo para combatir la corrupción, uno de los desórdenes del Estado que más nos cuesta (se estima entre 2 y 9% del PIB), avergüenza (el lugar 135 en el mundo y el segundo país más corrupto de América Latina) y lastima (al menos 90% de los delitos denunciados quedan en la impunidad), sino más aún, para combatir la omisión, inacción e insuficiencia de un gobierno cuya operación cuesta mucho más, año tras año (48% del gasto público) al amparo de la ley. Más aún, cuando a quienes se castiga y pagan ese enorme costo, es el 50.6% de la población que vive con un ingreso inferior a la línea de bienestar en México[6].

De ahí, la importancia de adecuar la organización de nuestra sociedad Estado a la realidad de nuestro tiempo. Particularmente, de dotar a la ASF de plena independencia de los poderes públicos, algo que es elemental en toda auditoría y que nunca ha sucedido en México, pese al Decreto anticorrupción. Una independencia, debemos precisar, que no significa indiferencia, injerencia o inconexión del poder político, sino una función consultiva, de coadyuvancia, acompañamiento y servicio al gobierno en todo su conjunto.

Debemos aspirar a un control externo gubernamental colegiado, deliberativo y centralizado, que además de fiscalizar se oriente a optimizar la administración pública en todos los niveles del gobierno. Transitar de la auditoría de cumplimento y de legalidad, que se ajustan más al señalamiento y la acusación reiterada de la irregularidad, a la auditoría de gestión y la investigación de amplio alcance que se sustentan en el mayor rendimiento y desempeño. Aprovechar la ventaja competitiva, única de la auditoría, de acceder al campo mismo de las instituciones para identificar las causas de las faltas y, en su caso, que no solo se asesoren y corrijan durante el seguimiento de la auditoría, sino que surtan efecto de rectificación o mejora en operaciones similares en todo el gobierno. Más aún, realizar una función constructiva que facilite la implementación, hasta su completa ejecución, de las políticas públicas nacionales, sobre todo, aquellas vinculadas con el presupuesto, la contabilidad, la transparencia, la rendición y fiscalización de cuentas gubernamental.



[1] Auditor de Gestión y Doctor en Administración Pública, aspirante en el Proceso para la designación del Titular de la Auditoria Superior de la Federación 2018-2025, realizado del 16 de nov. al 7 de dic. del 2017.

lunes, 23 de abril de 2018

Mi postulación en el Proceso de designación del titular de la ASF 2018-2025


 
Mi postulación en el Proceso de designación del titular de la ASF 2018-2025
Lunes 4 de diciembre de 2017, 14:00 horas,
Lobby del Edificio “E” de la Cámara de Diputados
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Contenido del discurso
  1. Breve análisis de los Retos de la ASF y los alcances del SNA
  2. Visión para mejorar el desempeño de los órganos de fiscalización en México; y
  3. Las razones que justifiquen mi idoneidad para ocupar dicho cargo. Propuesta
 
 
Distinguidas Diputadas y Diputados, distinguida audiencia:
Celebro y agradezco a esta honorable CVASF, por la oportunidad que nos dieron a todos los aspirantes, de ser escuchados, de ejercer nuestro derecho de audiencia. Sobre todo hoy, cuando en torno a la designación de autoridades vinculadas al Sistema Nacional Anticorrupción algunos colectivos civiles están dentro de este proceso.
Si aspiramos que nuestros derechos humanos y sociales sean realidades, en lo público, en lo que a todos nos interesa y nos es común, la colaboración, el trabajo conjunto y la responsabilización pública, más que acciones volitivas, aparecen como retos insoslayables.
El reto es, encontrar el punto medio entre los mecanismos de designación y contrapesos del poder que nacieron al amparo del estado de derecho del siglo XVIII, con otros más abiertos, inclusivos y democráticos, congruentes con la sociedad Estado del siglo XXI.
Nuestra realidad, nos aconseja que en la designación de los titulares de las instituciones de procuración e impartición de justicia, de los órganos reguladores autónomos y de los órganos de control gubernamental, no debamos dejar nada abierto a la discrecionalidad. Sobre todo, cuando aspiramos garantizar los principios de independencia, objetividad e imparcialidad que deben prevalecer en esas instituciones.
 Necesitamos reconocer lo que en nuestra constitución y administración pública impide nuestro desarrollo. Materializar la justicia social, eliminando las distinciones de clase en materia agraria, sanitaria, educacional y laboral, para conducirnos hacia un solo y mismo propósito, el desarrollo humano.
Se ha constatado, que el distingo de las sociedades Estado más desarrolladas radica en la fortaleza y flexibilidad de la administración pública que disponen sus gobiernos, más allá, de transiciones políticas y tiempos electorales.
El hecho es, que nuestra administración pública no ha sido racionalizada en todo su conjunto desde la reforma administrativa de los 70s del siglo XX.
Hoy, 122 millones de mexicanos contamos con una administración pública nacional donde están en juego 3,310 entes públicos que, se estima, integran al menos a 6 millones de servidores públicos, los cuales por lo general están supeditados a un presupuesto de egresos federal que ronda el 25 % del PIB.
Lamentablemente, está sometida no solo a una corrupción que se estima cuesta a México entre 2% y 9% del PIB, sino más aún, a la legalidad, opacidad y discrecionalidad hacendaria.
Pese que México registra un empleo público 50% inferior al de la media de los países de la OECD (MX 11%; OECD 21%) (PEA: 53%), en contraste, el costo de operación del gobierno (48%), es casi el doble respecto de la media internacional (26%). 
Ello, evidencia una paradoja dolorosa, un gobierno con niveles de pobreza en 46% de la población, pero relativamente caro e insuficiente.
El sitio 123 en corrupción que tenemos ganado, está relacionado con el control del poder y el estado de derecho. Mientras que en la media de la OECD ambos conceptos rondan una calificación cercana a 80 puntos (0.76; 0.78),  es nuestro país esa calificación oscila en 50 (0.51 y 0.56).
Estos indicadores, nos refieren a la inacción gubernamental frente a la desorganización, el abandono y la impunidad. Un campo fértil para la inseguridad, la corrupción y la anarquía. Pero sobre todo, nos aconsejan que el monopolio de la ley, más que en el derecho de la autoridad a aplicarla, radica en los límites del control social y administrativo.
Por ello, llama la atención que en esta abierta lucha contra la corrupción, no se haya tratado de hacer vinculatorias las recomendaciones en materia anticorrupción y en materia de auditoría de desempeño, como sí lo fue en materia de transparencia; que no se le dé el mismo alcance organizacional al derecho a la alimentación como al de la información; que no se haya pensado en la posibilidad de una nueva “Ley General en materia de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria”; que no se tenga ya una contabilidad única y en tiempo real para toda la República, que no se haya terminado de consolidar el sistema de seguridad pública y justicia penal; que no se hayan corregido las laxitudes en las leyes del servicio profesional de carrera, de coordinación fiscal, de coordinación de la educación superior, y de contrataciones públicas; que no se haya hecho nada contra el abandono e insuficiencias en los más de los municipios y contra el desaseo y malversación en el ejercicio del gasto federalizado. 17 años reiterados.
La Auditoría Superior de la Federación, hay que decirlo y reconocerlo, nos ha heredado ya un bagaje de propuestas normativas, de investigación y conocimiento histórico y estadístico, que es muy valioso como punto de partida. Sin embargo, tales desórdenes no se justifican.
Por ello, necesitamos constituir una administración pública profesional, integral e integradora, que no esté supeditada a un solo poder, sino a la sociedad Estado en todo su conjunto. Que sin perjuicio del pacto federal mantenga cierta unidad constitucional, organizacional y de gestión operacional para toda la República. Que garantice, el enlace y cercanía  que se necesita entre los gobiernos y la población, y entre la educación y el progreso en cada municipio y comunidades por más alejadas que estén. 
La cuestión ahora es, cómo lograrlo. Precisamente, comenzando por la casa, mejorando el desempeño de los órganos de fiscalización en México, como esta soberanía lo sugiere.
Una estrategia de control gubernamental efectivo, es que los órganos de fiscalización interna y externa actúen con el ejemplo. Que sean congruentes entre lo que practican afuera y ejecutan hacia dentro.
Los órganos de control interno y externo, sin duda, poseen una facultad y capacidad estructural única para acceder a los intersticios de todos los entes públicos. Es decir, para inspeccionar e investigar en el campo mismo donde se registran las operaciones. Sin embargo, debemos potenciar estas capacidades para dar un nuevo paso: optimizar, además de fiscalizar la gestión pública.
Para poder lograrlo, se sugiere aprovechar el potencial constitucional, de esta honorable Comisión de Vigilancia, a fin de que su alcance en materia de evaluación y control no se limite a la Auditoría Superior, sino que se amplíen al control interno. Es allí donde radica la oportunidad para que exista un control más independiente y productivo de los recursos públicos, como corresponde, por esencia, a la Cámara de Diputados en todo buen gobierno.
Sobre todo, cuando el nuevo diseño constitucional no previó transparencia ni publicidad alguna respecto a los principales actos de los órganos internos de control: las auditorías y los procedimientos de responsabilidad administrativa sancionatoria.
Pese que se previó que en los órganos de control interno y externo “la función de la Autoridad substanciadora, en ningún caso podrá ser ejercida por una Autoridad investigadora”; el hecho es que, al final, ambas reportan a la misma autoridad para quien no pasa desapercibido el “expediente de presunta responsabilidad administrativa”.
Esto implica un riesgo abierto, al tener fragmentada la sanción y, sobre todo, delegarla en quienes de por sí ejercen, al mismo tiempo, el control, la investigación, la sustanciación y la resolución (sanción) sobre un ejecutor del gasto al que están subordinados, si no lineal, si nominal y funcionalmente.
Debemos cambiar el paradigma de “verificar el cumplimiento de los objetivos contenidos en los programas”, que prevalecen en la constitución desde 1977 (CMH) y transitar hacia al desempeño de la gestión pública con amplio alcance.
Desprendernos, de los esquemas arraigados desde la ex Contaduría Mayor de Hacienda. Del enfoque “puro” a la legalidad y la contabilidad por el que se insiste y persiste en la auditoría financiera tradicional que se ajusta más al señalamiento del incumplimiento o la acusación, que a la investigación y comprobación de los actos de corrupción.
Debemos reconocer que lo que está en el campo intraorganizacional, personal y procedimental de los entes públicos, no es ni ha sido una prioridad de los órganos de fiscalización en México. El enfoque “puro” a resultados de la auditoría de desempeño se ha desvirtuado hasta la nulidad de aquellos orientados a la infraestructura física, las estructuras de organización, las capacidades y méritos del personal, los procedimientos y volúmenes de operación y la efectividad de los servicios al ciudadano, donde existen evidentes y enormes oportunidades de optimización de recursos.
Es tan grave el desorden, que a simple vista es posible observarlo en las propias instancias públicas que integran el SNA, donde se evidencia la proliferación de puestos de supervisión, reducidos tramos de control, desmedidas especializaciones; unidades administrativas sobredimensionadas y estructuras muchas veces repetidas en los tres niveles del gobierno que a la larga no solo son muy costosas, sino serán difíciles de revertir.
 Eso está relacionado con la corrupción, pues genera una cadena de omisiones, ineficiencias, lentitud de procesos, repetición de pasos innecesarios y dispendio de  recursos, ya que, en ciertos casos, 3 de cada 4 pesos gastados en servicios personales se concentra en solo 3 de cada 10 servidores públicos. 
Sobre todo, cuando los administradores toman decisiones estructurales sin más control que las medidas de reducción del gasto indiscriminadas que se toman a partir del presupuesto.
Más aún,  cuando lo padecen los propios órganos de fiscalización a los que corresponde propiciar el cumplimiento de los “Principios que rigen el servicio público” y de actuar con el ejemplo (CPEUM: 134; LGSNA; LGRA: Capítulo II).
Contra lo que afirman no pocos políticos y académicos, el gobierno de México ni posee una plantilla de personal muy grande, ni los salarios de los servidores públicos son la causa de su elevado gasto corriente. Se ha constatado, que el impacto negativo en el costo, la suficiencia y la eficiencia de la administración pública, obedece y está directamente relacionado con el diseño y control de las organizaciones públicas.
Por ello, debemos ir más allá de la corrupción y la simple “verificación” a la innovación y el desarrollo de la gestión pública mediante un seguimiento y acompañamiento consultivo al gobierno.
La auditoría de desempeño, es una herramienta de fiscalización capaz de producir recuperaciones, ahorros o economías cuantitativas y cualitativas mucho más productivas que las registradas por la ASF en toda su trayectoria.
Contra lo que se practica y predica, los cambios constitucionales no significan mayores cargas de trabajo o de estructuras por necesidad, ni insistir en la delegación de la auditoría de los recursos federales a las entidades de fiscalización locales, o en mayores contrataciones por servicios externos ya que, como se ha constatado, la auditoría por sí, es y debe ser selectiva, precisa y focalizada en segmentos regionales y estratégicos, donde los esfuerzos retribuyan más y al menor costo.
Lo que necesitamos es profundizar en sus tiempos y procedimientos de investigación, comprobación y sustanciación, dados los incipientes resultados e impacto histórico de sus acciones emitidas, particularmente, de las denuncias de hechos.
Debemos transitar de decisiones y direcciones técnicas unipersonales a a consejos técnicos deliberativos para potenciar la fiscalización y que los resultados de su gestión surtan un efecto ondulatorio, disuasivo y preventivo automático en toda la República.
En suma, necesitamos consolidar un verdadero sistema de responsabilización pública, independiente y deliberativo. Que centralice las funciones de información y control gubernamental para hacerlo más ágil, económico y eficiente. Que brinde soporte técnico y consultivo al legislativo, previo, durante y posterior.
No solo para la aprobación del gasto, sino también para opinar determinadas leyes y realizar proyecciones de políticas públicas antes de que sucedan; y, en su caso, para ayudar y acompañar al gobierno hasta garantizar su implementación. 
Distinguidas diputadas y diputados,
Estos son en mi opinión algunos retos de los órganos de fiscalización y alcances del Sistema Nacional Anticorrupción.  
Estoy aquí con la convicción de un ciudadano, de un auditor y consultor de gestión pública que lo único que desea es servir, contribuir y someter su vocación, experiencia práctica e investigación profesional en materia de control gubernamental al pueblo de México.  Muchísimas gracias.